Los conciertos de rock son sinónimo de desastre. Entre la estampida que significa llegar y el desorden que se forma en cada canción, realmente es difícil que las cosas no salgan mal. Muchos culpan a los fans por la emoción de conocer a sus ídolos, esta vez, culpamos a la banda y a los organizadores del evento.
Un 15 de mayo de 1971, Pink Floyd encabezó la Fiesta del Jardín, un show que se realizó en la Cuenca del Palacio de Cristal de Londres ante 15 mil personas.
Para la ocasión, decidieron sorprender a todos con un enorme pulpo inflable en el lago frente al escenario, el cual se inflaría con bengalas de humo submarinas en medio del recital.
Lo que la banda no tomó en cuenta fue el furor de los fanáticos con el pulpo, tanto así que lo empezaron a agujerear, provocando que las bengalas soltaran gas directamente al agua, lo que provocó la muerte de los peces que habitaban el lago.
Una tras otra para Pink Floyd
Aparte del pulpo, pensaron que sumar hielo seco, bombas de humo naranja y fuegos artificiales harían aun más épico el evento. ¡Error!
Aparte de ello, utilizaron un enorme sistema de sonido cuadrafónico compuesto por altavoces envolventes. Como resultado, una masacre acuática provocada por las ondas de los parlantes que terminaron desgarrando el estanque.
Tras el caótico evento, la banda fue declarada culpable de homicidio involuntario de peces pagando una multa exorbitante. Con ello, aprendieron una valiosa lección: menos en más.
En 2017 se recordó el suceso con el descubrimiento en Panamá de una nueva especie de camarón. Este ser produce un sonido tan fuerte como el de un concierto de rock, tanto que puede matar a peces pequeños. Por ello, fue nombrado Synalpheus pinkfloydi.