Muchos guitarristas han pasado a la historia, pero pocos son los que han dejado un legado como el de Andy Summers.
Desde que inició con The Police, sus riffs y solo de guitarra se hicieron simplemente icónicos, debido a la melodía que tenían.
Dentro de trío, Andy fue por lejos el más bajo de perfil en cuanto a su personalidad. Pero a la hora de estar en el escenario y en el estudio, todo cambiaba. Pues le entregaba una gran química a todo lo que llevaba a cabo.
Dentro de una de las anécdotas impactantes que vivió y hasta el día de hoy lo persigue, tiene que ver directamente con otro héroe de la guitarra. Hablamos de Eric Clapton, quien posee un notable instrumento obsequiado por Summers, del que hasta hoy se arrepiente de haber vendido.
Una decisión que para Andy Summers no estuvo del todo bien
Es una ley humana y valórica, la que establece que lo que se regala no se quita. Y esta Andy la sabe muy bien, ya que la aprendió de una manera bastante particular.
Y si bien, en la historia, no hay ningún obsequio, sino una venta, sin dudas se termina considerando como un verdadero regalo.
En los años 60' ambos artistas solían acudir a un local de la zona, en el que tocaban regularmente. En una prueba se sonido de John Mayall, Eric Clapton se fijó mucho en la guitarra de Andy Summers. Generándose a él mismo, muchas ansias por poseerla.
Entré con una Les Paul Sunburst preciosa y me dijo: '¿Dónde la has conseguido? Ingenuamente, le dije: 'Oh, al final de la calle, en la tienda de Rose Morris... tienen otra'. Si hubiera tenido cerebro, habría comprado las dos, ¿quién lo iba a decir? - ya que ahora valen alrededor de un millón de dólares cada una. Así que Eric fue y la consiguió", contó el guitarrista de The Police.
Sin embargo, la cosa no se detuvo ahí, ya que según corrobora Rock FM, a Clapton le robaron la suya por la que insistió mucho a Summers para que le vendiera la suya.
"Yo me había pasado a una Telecaster blanca del 58 y, por alguna razón, me gustaba más que la Les Paul, no sé si por la configuración de las pastillas o por lo que fuera, y él sabía que también la tenía. Pero siguió llamando y llamando, y yo dije: 'No, no quiero venderla'... así que seguí resistiéndome. Al final me llamó tantas veces que accedí a venderla con algunas dudas. No me sentía muy bien, pero él la quería de verdad, así que acordamos un precio. Le cobré 200 libras por ella: ¡ahora vale unos dos millones!
Luego de esto, obviamente Andy quedó un poco quemado con su decisión, debido a que ahora se considera una verdadera joya y la vendió a un precio absurdo.
