En 2016, Damien Chazelle se apoderó del mundo con una romance musical sobre la importancia de los soñadores. La La Land llegó como una oda a Hollywood y a los sueños que nacen en la gran pantalla, el deseo de inmortalizarse en historias que marcarán a las siguientes generaciones.
Seis años despupes, Chazelle está enojado, molesto y sus frustaciones se reflejan en una épica de más de tres horas. Babylon llega como una carta de odio a un Hollywood que consume, mastica y escupe a los soñadores. Sin embargo, también se pregunta, pese a todo esto, por qué no podemos apartar la mirada.
Babylon: Una carta de odio a Hollywood
Cuando supimos que Chazelle haría una épica basada en el Hollywood de los años veinte, muchos imaginaron que sería una celebración de la industria que tanto ama. Quizás pocos imaginaron que en verdad sería un vehículo de frustraciones sobre los abusos de una industria voraz.
En Babylon seguimos la historia de Manny Torres (Diego Calva) y Nellie LaRoy (Margot Robbie), dos soñadores que anhelan ser parte del Hollywood mudo de los años 20. Sin embargo, a medida que sus sueños se van convirtiendo en realidad, sus vidas caen en una espiral de excesos, traiciones y adicciones que no pueden abandonar.
Donde La La Land era una idealización de un Hollywood que le daba la bienvenida a los soñadores, Babylon se pregunta por qué apoyar a una industria que consume a las personas para despues desecharlas. Todo por un "sueño más grande" de quedar inmortalizados en la gran pantalla.
Sin embargo, Chazelle no puede mirar al lado ni renunciar a una industria que claramente ama tanto. Un verdadero amante del séptimo arte, quien entrega aquí su más grande epopeya, que también puede ser su trabajo más divisivo.
El maximalismo como Dios
En Babylon todo es más grande y, mientras más grande, es mejor. Un diseño de producción que simula las épicas de los años dorados del cine, una banda sonora frenética que parece no detenerse, actuaciones eufóricas y un ritmo que jamás desaprovecha las tres horas de duración que tiene.
Solo basta con la escena de apertura para hacerte una idea de lo que vas a ver. Un elefante como el acto principal de una fiesta llena de cocaína, sexo, depravación, donde no existen las reglas.
Una fiesta del maximalismo en la que el mismo Chazelle pierde el control en partes, pero que rápidamente recupera al dividirla en distinto actos. No todo funciona, pero cuando funciona, nos entrega algunos de los momentos más épicos del cine en el último tiempo.
Todo liderado por una salvaje Margot Robbie en su mejor momento. Lleva en sus hombros la dura misión de representar a tantas mujeres que han sido consumidas y utilizadas por la industria, solo para ser desechadas. Sin embargo, su abuso jamás la define, es ella quien siempre se define a si misma, la Chica Salvaje.
Aplausos también para la reveladora actuación de Diego Calva, quien se encarga de mostrar el lado más humano de Babylon. Un soñador de buen corazon que poco a poco se va corrompiendo ante un Hollywood que no lo aceptaría de otra forma.
Pese a toda la bohemia depresiva que puede representar, Babylon de todas formas es una fiesta digna de asistir. Ante tanta oscuridad, entrega algunos de los momentos más divertidos del año que hacen que estas tres horas no sean algo que lamentar.
Una vez terminada, es claro por qué Babylon es tan divisiva. ¿Una sínica crítica de uno de los directores jóvenes más afortunados de su generación? Más bien un honesto análisis de quien claramente ama el arte de hacer cine, pero que se pregunta si es que realmente vale la pena si destroza tanto a su paso.
Babylon ya está disponible en cines.