Este 24 de noviembre es un día agridulce para la historia de la música. Porque en un día como hoy, hace 30 años y en 1991, a los 45 años murió Freddie Mercury, cantante, compositor, productor y pianista de Queen. Una noticia que sacudió a todos sus fanáticos, golpeando por igual a la industria musical. Después del anuncio y a las pocas horas de su muerte un comunicado confirmaría que el músico tenía sida.
Los rumores sobre la salud de Mercury se iniciaron en 1986 y sólo se intensificaron cuando el grupo anunció que no haría giras para promocionar los discos The Miracle de 1989 e Innuendo de 1991.
Freddie Mercury y sus últimos días
De hecho, el comunicado sobre su estado de salud fue breve, pero preciso. No admitía segundas lecturas: “En virtud de las enorme atención que la prensa ha brindado al asunto en las últimas dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo de HIV y que por lo tanto padezco de SIDA. Creía adecuado mantener en secreto esta situación hasta la fecha para conseguir la tranquilidad de quienes me rodean. Pero llegó el momento para que mis amigos y fans de todo el mundo conozcan la verdad y junto a los doctores me ayuden en la batalla contra esta terrible enfermedad”.
Un anuncio que puso fin a especulaciones. Una enfermedad que intentó guardar para sus cercanos pero que, debido a las diferentes presiones de la industria y sus fanáticos, tuvo que hacer público algo que todos sospechaban.
Sus últimos meses habían sido tranquilos pero de todas formas dolorosos. Se cree que el cantante sabía que su final no era lejano y que estaba cada vez más cerca. Es por eso que, grabó hasta que no pudo más, se recluyó en su casa de Londres y se refugió en sus amigos más cercanos.
El 24 de noviembre de 1991, un día después de dar a conocer su enfermedad al mundo, de reconocer los rumores que circulaban hacía años, Freddie Mercury murió en su cama. Tenía, apenas, 45 años.
Sida: Una enfermedad silenciosa
Se cree, según sus biógrafos, que debido al alza de casos de VIH en su crículo cercano, Freddie se empezó a realizar exámenes habitualmente. Es por eso que no se sabe con certeza si él se enteró de su contagio en 1986 o en 1987.
Era el hombro el que comenzó a revelar la enfermedad. El dolor era persistente y tenía una herida que no sanaba, de hecho comenzó a formas y colores poco habituales. Una biopsia determinó que se trataba de un Sarcoma de Kaposi, una complicación del Sida.
Se cree que la primera en conocer la noticia fue su ex novia Mary Austin. Como Freddie estaba de viaje, había dejado el teléfono de ella de contacto. Ante la insistente búsqueda por parte de la clínica de Freddie y su falta de respuesta, llegaron hasta el contacto de Austin. Cuando recibió la llamada insistente, pese a la confidencialidad, ella imaginó que el resultado era positivo.
Ya con el diagnóstico en mano, Freddie supo que no tenía al tiempo de su parte. Y comenzó a grabar todo lo que pudo, sólo tenía 41 años.
Sus últimos momentos
Sus últimos días no fueron fáciles, porque Freddie no hablaba sobre la muerte. De hecho lo asumía. Sabía que ahí estaba. Rondándolo. Sus amigos comentaron que jamás lo vieron desesperarse, tan solo se le veía muy, muy triste.
De hecho, estos amigos fueron los que se convirtieron en su escudo, en una especie de coraza. Su pareja Jim Hutton, su asistente personal desde hacía quince años Peter Freestone, sus amigos Joe Fanelli y Dave Clark, y su ex novia y amiga Mary Austin que siempre estuvo a su lado. Entre ellos, se repartían los turnos de cuidados. Las decisiones más importantes y las comunicaciones con el exterior las consultaban con el manager y con miembros de Queen.
Y al saber que su fin estaba cerca, Freddie dejó testamento. Ahí logró dejar plasmada su voluntad. No quería peleas entre sus amigos. A Hutton, Freestone y Fanelli les dejó 500.000 Libras esterlinas a cada uno. A Mary el resto de su patrimonio y la convirtió en albacea, en ella confió para manejar su legado. Por otro lado, a su madre y su hermana los derechos de sus canciones y su obra.
Freddie deja todo tratamiento
Ya en 1990 y luego de realizar su último viaje junto a Jim Hutton, Freddie decide dejar todo tratamiento. Era noviembre y el músico consideró que ya no había vuelta atrás. No valía la pena seguir con los medicamentos, los mismos que hacían que viviera un infierno debido a sus contraindicaciones. Sabía que ya no tenía cura, y solo estaba prolongando sus días bajo un costo demasiado alto para él.
Casi no podía caminar y sentarse significaba un esfuerzo enorme. Estaba muy delgado, la piel se le pegaba a sus huesos y su fragilidad era extrema. La energía que alguna vez tuvo solo la guardaba para intentar conversar con sus más cercanos.
Cuenta la historia que pidió ir al baño antes de entrar en el coma definitivo. Aquí la historia cambia un poco, según su amigo íntimo, Dave Clark, afirma que él era el único que estaba a su lado en el momento de la muerte. Por otra parte Jim Hutton, en sus memorias Mercury and Me, dijo que Freddie estaba solo y que cuando entraron a la habitación junto con Clark descubrieron que ya no respiraba. La verdad va más allá, porque la noticia es otra: Freddie Mercury había muerto.
Por la noche y aprovechando la oscuridad, sus amigos lograron sacar de la casa el cuerpo de Freddie. Con la ayuda de la policía que llegó para rodear el lugar y para que nadie se metiera en la casa, consiguieron que la operación no fuera fotografiada.
Después llegaría el comunicado oficial, las muestras de dolor de los fans, los homenajes y las repercusiones. Freddie Mercury era ya una leyenda.