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El dilema de los Premios Grammy: ¿Vigentes u obsoletos?

En temporada de premiaciones, vale la pena reflexionar acerca de la vigencia y la capacidad de esta ceremonia para renovarse ante la profunda transformación de la música y sus consumidores en pleno siglo XXI. ¿Quién define lo que la lleva?...

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Está instalada la idea de que ganar un premio Grammy es importante y más aún, que es garantía de ser buen artista. La semana pasada, se llevó a cabo la gala de premiación y aunque fue motivo de festejo para muchos, no se puede tapar el sol con dedo: desde hace décadas la organización de los premios musicales de EE.UU. arrastra acusaciones de sexismo y racismo. Este además, fue uno de los años más polémicos de su historia con múltiples cuestionamientos en torno a sus listas de nominaciones y ganadores. 

The Weeknd estuvo a la cabeza de la polémica esta vez: no recibió ninguna nominación, aún cuando su último disco “After Hours” es considerado uno de los mejores trabajos del año pasado en numerosas listas y además, su éxito Blinding Lights se convirtió en la primera canción que permaneció 52 semanas en la lista de los 10 más vendidos en Estados Unidos. 

El canadiense disparó a través del The New York Times y en redes sociales, criticando arduamente a “los comités secretos” de los premios y fue un paso más allá, tildando de “corruptos” a los organizadores del evento, además de asegurar que no presentará sus canciones para estos galardones en un futuro. 

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¿Cómo se llevan a cabo las nominaciones?

Son los miembros de la Recording Academy, una organización sin fines de lucro con sede en Santa Mónica, California, quienes deciden los nombramientos. Sus miembros son artistas, productores y ejecutivos de la industria, pero según Billboard, desde 1995, las categorías más emblemáticas, como, Mejor Artista Nuevo, Disco del Año, Canción del Año y Álbum del Año, han sido elegidos por un comité de expertos anónimo. 

El diagnóstico no dista mucho del que tiene Deborah Dugan, ex CEO de los Grammys que luego de su despido a comienzos del año 2020, denunció en Pitchfork que una cultura machista, sexista y racista imperaba en la organización, además de sostener que el proceso de votación de los premios estaría "viciado por comités secretos". 

Racismo y sexismo; el talón de Aquiles en la historia de los Grammys

Cabe hacer un zoom en este punto y es que la sombra del racismo y sexismo ha estado presente a lo largo de la historia de esta entidad. Tanto así, que recordemos, Deborah Dugan llegó para sustituir a Neil Portnow, expresidente de la Academia de la Grabación, quien hace un par de años, acaparó los titulares alrededor del mundo, luego de señalar que las mujeres deberían “esforzarse más” para obtener un Grammy. 

Y no solo eso. Nos aprovechó de recordar que en 61 años del evento, solo 10 artistas negros ganaron la categoría principal de la noche: Álbum del Año (el primer hombre negro en ganar el Álbum del Año fue Stevie Wonder, por Innervisions, en 1974). 

Las acusaciones no son antojadizas: entre 2013 y 2018 las artistas femeninas solo alcanzaron 9.3% de las nominaciones a Grabación del Año, Álbum del Año, Canción del Año, Mejor Artista Nuevo y Productor del Año. Una realidad que por suerte, se ha ido corrigiendo con el paso del tiempo y este 2021 las artistas femeninas fueron las grandes protagonistas de la 63ª edición de los Grammy, con Billie Eilish, Beyoncé, Taylor Swift, H.E.R. y Megan Thee Stallion y Dua Lipa a la cabeza. 

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La Academia ha hecho esfuerzos por enmendar el rumbo y sin ir más lejos, el año pasado modificaron el nombre de una de sus principales categorías eliminando el término "urbano". Así, el premio al "Mejor álbum urbano contemporáneo" pasó a llamarse "Mejor álbum de R&B progresivo". Esto, por las innumerables críticas que apuntaban a que esta denominación de "urbano"  era en realidad, una forma de decir "música negra" solapadamente, y que propiciaba que artistas blancos acapararan las nominaciones en categorías pop y los artistas negros en categorías “urbanas”.

Raya para la suma: cabe cuestionarse si hace o no sentido el hecho de que a estas alturas, sea la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos, la que pretenda de alguna manera, definir la narrativa dominante de la temporada musical, cuando a todas luces, ese poder ha recaído cada vez con más fuerza en el público, con el auge del streaming y de las redes sociales. 

¿Quién tiene la última palabra?

¿Qué parámetros definen lo que la está llevando?...Es otra de las preguntas que aparece, cuando vimos en pantalla a Billie Eilish incómoda llevándose el premio de Grabación del Año por Everything I Wanted hace algunos días. «Esto es realmente vergonzoso para mí», dijo antes de llevarse la estatuilla, que a su juicio, le correspondía a Megan Thee Stallion por el remix de Savage junto a Beyoncé. 

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Bandas emblemáticas, como Queen, Kiss, Guns’ N Roses, The Who, Talking Heads o Depeche Mode, no tienen Grammys a su haber. Tampoco se le ha otorgado este reconocimiento a artistas que han marcado la historia, como Bob Marley o Chuck Berry. Resulta curioso que Bjork o Patti Smith, mujeres íconos de la vanguardia musical, a pesar de contar con varias nominaciones, nunca hayan logrado una estatuilla y llama la atención también, que Janis Joplin lo haya conseguido solo de manera póstuma. 

El mundo está cambiando y en el marco de una pandemia lo hace a pasos agigantados. Sin duda, los Grammy están doblando los esfuerzos por subirse al carro y sin ir más lejos este año, Taylor Swift ganó su tercer Grammy al álbum del año por "Folklore" y Beyoncé se convirtió en la mujer con más gramófonos dorados, con 28 reconocimientos a lo largo de su exitosa carrera. Sin embargo y ya que estamos en plena época de premiaciones (en abril se celebran los Oscar, que dicho sea de paso, tampoco han estado exentos de polémica), parece un ejercicio sano cuestionar, en definitiva, para qué sirven estas instancias. 

¿Son acaso el canon que parece decirnos qué es la tendencia, lo que importa y que finalmente, controla el gusto popular?...Da la impresión de que los shows de la ceremonia causan más revuelo que la premiación en si misma. Como sea, hay al menos una reflexión viva acerca de la vigencia y la capacidad de esta ceremonia para renovarse ante la profunda transformación de la música y sus consumidores en pleno siglo XXI. A mi juicio, las audiencias son las que tienen la última palabra. 

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