De seguro pocos lo saben, pero los aviones no salen listos de fábrica. Su tono original es el metálico y las aerolíneas gastan cerca de 250 litros de pintura en darle a cada aeronave su color definitivo, el que generalmente es blanco.
Aunque hay una larga lista de razones por las cuales las empresas optan por ese color, la principal tiene que ver con el sol, pues esta tonalidad refleja todas las longitudes de onda de la luz visible.
Es así que la pintura actúa como un protector solar que, al reflejar toda la luz del sol, causa que el avión se caliente menos y la aerolínea no gaste tanto, por lo que la aerolínea no gasta tanta energía en mantener el interior fresco.
Otra razón para esta elección es que muchas veces los aviones modernos no tienen todas sus partes metálicas, sino que son polímeros compuestos como la fibra de carbono o de vidrio, materiales que sufren más desgaste con la radiación solar, por lo que pintarlos de blanco reducen ese proceso.
La visión es otra ventaja, respecto a la visibilidad de problemas, porque en mantención es más fácil encontrar los problemas estructurales si el avión es blanco.
Sin embargo, también hay empresas que dejan sus naves sin pintar y con el fuselaje metálico a la vista, decorándolo solo con los colores corporativos. Esto tiene que ver con el peso, puesto que pintar de blanco implica sumarle 250 kilos al medio de transporte.
Y aunque eso permite el ahorro de combustible, no usar pintura implica que el fuselaje se gasta más rápido, por lo que hay que pulirlo con mayor frecuencia; consigna Gizmodo.
Asimismo, también hay aerolíneas que optan por usar colores vivos para distinguirse del resto, lo que no tiene nada de malo, pero es mucho más costoso, especialmente porque los pigmentos se degradan con mayor facilidad al recibir radiación del sol.