Primero fue el joven que logró comprar más de 200 desodorantes en spray por el precio de uno, después los clientes que se llevaron un LED de 42 pulgadas por menos de cuatro dólares y ahora el caso del joven que consiguió 45 kilos de comida para perro por una impensada cifra.
¿La razón? Errores de redacción en los carteles que acompañan los productos, junto con la astucia de los clientes para darse cuenta de que es una oportunidad que no se puede dejar pasar.
Hace algunos días, Alan Santana, un diseñador gráfico de 27 años, fue al supermercado Soriana, en San Luis de Potosí, y encontró un ofertón.
"Al pasar por la sección de croquetas, me di cuenta de que el anuncio tenía un precio de $18.50 pza (poco más de un dólar), y justo debajo de se anuncio estaban los costales de croquetas de 25 kilos, por lo que decidí tomar la foto discretamente", relató Alan a Vice.
"Lo siguiente fue dejar a mi hermano haciendo guardia en lo que yo conseguía un carro más grande para poder llevarnos los 18 costales de croquetas que había disponibles. Fuimos hacia la caja, dispuestos a pagar 333 pesos (casi 19 dólares), el total de 18 costales a 18.50 cada uno", agregó.
Cuando llegaron a la caja, intentaron que pagara los 18 costales por un valor diferente al del letrero, pero él se limitó a pasarle los 33 pesos mexicanos que correspondían. Y pese a que el cajero se quedó esperando el resto del dinero, el joven le exigió el alimento por el precio que indicaba el anuncio.
El empleado se puso inmediatamente en contacto con el gerente del lugar, quien le pidió a Alan que no se llevara los costales por ese valor, puesto que el cajero tendría que completar la cuenta.
Sin embargo, eso no amendrentó al joven, puesto que puso en práctica sus conocimientos del tema y, tras varias horas de discusión, incluyendo amenazas por parte del supermercado, logró llevarse la mercanía por el precio ridículamente bajo.
"Después de un rato de tira y afloja, en el que no cedí ni un centímetro, la gerente accedió a autorizar la compra y se retiró con dignidad (…) Cuando por fin acabaron, saqué mis costales en el carrito que me prestó Soriana, cargué todo a mi camioneta y me fui muy contento con mi familia a mi casa", escribió.
Al llegar a su casa, junto con relatar su historia en redes sociales, el hombre se puso en contacto con diversas organizaciones animalistas, con el fin de donarles el alimento que había comprado.
"Ahora estoy armando bolsitas de papel llenas de croquetas para que pase la gente, para que las lleve y reparta a cualquier perro que vea por la calle. También estoy seleccionando las casas, asociaciones o rescatistas que serán afortunados con un costal de 25 kilos de croquetas", detalló.
Tal fue la repercusión de la historia de Alan, que en México lo bautizaron como #LordCroquetas y él está muy orgullos de ese título, especialmente porque "me chingué al pinche sistema retrógrada –como diría La Mars-, pero por una buena causa", remató.