A pesar de lo que puedas pensar, solo una pequeña parte de los sucesos de la vida dependen de las circunstancias. La verdad es que la mayoría de los eventos dependen de la decisión de cada cual. Así lo plantea el escritor estadounidense Stephen R. Covey, quien bautizó esta idea como el principio 90/10, y que explica con el siguiente ejemplo.
Imaginemos que un hombre desayuna con su familia. Su hija sin querer derrama su taza de café justo sobre la camisa del hombre. Él se pone de pie de inmediato y le grita a su hija, diciéndole que es una torpe, y le reprocha a su esposa por haber puesto la taza muy cerca de la orilla de la mesa.
Luego se apresura al dormitorio para cambiarse de ropa y, al regresar, ve a su hija llorando; no ha terminado su desayuno ni ha preparado su mochila para ir a la escuela.
Como resultado, la niña pierde el autobús escolar, la esposa se apresura al trabajo y el hombre tiene que llevar a su hija en su auto. Como se le está haciendo tarde, va a una velocidad alta, infringiendo las reglas de tránsito. Llegando al trabajo con tardanza, se da cuenta de que olvidó unos papeles importantes en casa. Al regresar a su hogar, ve que su esposa y su hija están de mal humor. Es un día para el olvido.
Él no podía hacer nada con el café derramado, pero si pudo haber controlado su forma de reaccionar. Todo hubiese sido distinto de esta forma: El café se derramó sobre su pantalón y su hija estaba a punto de llorar, pero él le dice suavemente "no pasa nada, simplemente intenta tener más cuidado la próxima vez".
Va a su dormitorio, se cambia de ropa, toma sus cosas del trabajo y regresa a la cocina, entonces ve por la ventana cómo su hija se despide, entrando al autobús escolar. Después de despedirse de su esposa, sale de casa y llega al trabajo 5 minutos más temprano.
Ahí está representado el principio 90/10. Ese 10% es el café derramado en los pantalones del hombre, que era imposible de controlar, sin embargo, el otro 90% son los eventos posteriores, la decisión de cómo enfrentarlos.
Lo mismo se aplica para otras situaciones. No podemos evitar que se descomponga un aparato electrónico que usamos, influir en que el metro no se atrase o controlar el color rojo del semáforo. Pero sí podemos controlar nuestra reacción a estos eventos. Ahí está la clave.