Europa ya estaba completamente devastada y las morales ya eran bajas en ambos frentes. Las fuerzas de la Wehrmacht, el Ejército de Alemania, estaba muy debilitada luego de la invasión de Berlín por parte del Ejército Rojo y pocas esperanzas se veían para el III Reich. Hace tan solo cinco días que el Führer se había suicidado en su búnker de la capital.
Pero entre tanto caos, se dio una de las situaciones más extrañas y menos difundidas a través de la historia de la guerra que enfrentó al ejército del fallecido Adolf Hitler contra las fuerzas aliadas. Fue la ocasión en que los Alemanes pelearon en conjunto con las tropas Aliadas para salvar a un grupo de personajes de la alta sociedad francesa aprisionadas en el Castillo Itter, en la zona occidental de Austria -que por aquellos años era territorio anexionado por Alemania-. La historia es digna de un guión de Hollywood.
En la edificación estaban tomados como prisioneros personajes como la estrella de tenis Jean Borotra, y diversas personalidades francesas como el antiguo primer ministro Édouard Daladier, la hermana mayor de Charles de Gaulle, Marie-Agnès Cailliau, el antiguo comandante en jefe del Ejército Maxime Weygand, el antiguo primer ministro Paul Reynaud, el antiguo comandante en jefe Maurice Gamelin, el dirigente conservador François de La Rocque y el líder socialista Léon Jouhaux, según relata Business Insider.
Las tropas aún fieles al partido nazi, las Waffen-SS, habían controlado el recinto hasta el suicidio de Hitler y abandonaron sus posiciones cuando la guerra comenzaba a concluir, pero por orden del mismísimo Heinrich Himmler -principal líder de las SS, supervisor del sistema de campos de exterminio- debían volver y ejecutar a todos los prisioneros.
Para cuando los alemanes regresaron, los prisioneros habían formado una increíble resistencia y se tomaron el castillo con armas que encontraron al interior del edificio. Cuando uno de los batallones norteamericanos apostados en una localidad se enteró de la situación, decidieron luchar por recuperar íntegramente a los prisioneros.
Por otra parte, uno de los privados de libertad escapó y logró ser puesto en contacto, a través de la Resistencia Austriaca, con el mayor Joseph Gangl, un oficial alemán que, en su nueva condición de Antinazi, desobedeció la orden de retirada y junto a su escuadrón, decidieron unirse a la lucha que los Aliados estaban llevando a cabo en Itter. Calle por calle lograron avanzar por sobre las tropas de la Schutzstaffel leales al Nacionalsocialismo y pelear junto a los norteamericanos por la liberación de los 14 rehenes.
Fue así, como en poco más de tres días, y a tan solo 120 horas de la muerte de Adolf Hitler, los Aliados y Alemanes que habían servido al objetivo Nazi, unieron fuerzas para combatir a una de las últimas fuerzas del Eje en suelo europeo, convirtiéndose en la batalla más extraña que la Segunda Guerra Mundial nos dejó.