Enero y febrero son los meses donde la mayoría de las personas (en el hemisferio sur) sale de vacaciones. Como una forma de recargar energías, buscan salir de la ciudad para desconectarse de la rutina y poder descansar.
Sin embargo, muchos buscan lugares que lo que menos tienen es un ambiente adecuado para descansar. Un estudio determinó los efectos beneficiosos que tiene en el organismo el contacto con la naturaleza, como por ejemplo, bajar la presión sanguínea y las hormonas que provocan el estrés.
Un investigación de la Universidad de Colorado Boulder, en Estados Unidos, estudió a un grupo de personas que acampaban y otras que estaban en la ciudad. Analizó sus niveles de melatonina, hormona que alerta al organismo cuando es el momento de ir a la cama, como también ayuda a establecer el reloj interno.
El estudio determinó que los que estaban en la ciudad, su reloj interno se había retrasado dos horas, lo que les provocaba problemas de somnolencia, mal humor y hasta un mayor riesgo de sufrir exceso de peso, según señala Infobae.
Por el contrario, las personas que acamparon y que no tenían acceso a luz eléctrica, debieron organizar sus actividades de acuerdo a la salida y puesta del sol. Esto les permitió recalibrar su reloj interno.
Una segunda parte del estudio, analizó lo que ocurría cuando se acampaba por un solo fin de semana, mientras el otro grupo se quedaba en la ciudad. Estos últimos volvieron a sus rutinas y durmieron menos horas, mientras que los que se fueron de camping recuperaron su ritmo normal.