Probablemente la guionista Eleanor Bergestein tuvo una corazonada, pero jamás creyó que “Dirty Dancing” seguiría conquistando a miles de personas después de 30 años desde su estreno.
Desde que salió en la pantalla grande en 1987, millones de personas en el mundo han disfrutado con los hechos ocurridos durante ese inolvidable verano en el hotel Kellerman.
Y pese a que la historia parte desde un retrato realista del aborto, a través del personaje de Penny, una bailarina que se ve obligada a perderse una actuación por someterse a un aborto inducido, muy pocos se detienen en este detalle, probablemente porque el romance entre Baby y Johnny es mucho más sabroso.
“No ocupa mucho espacio en la película. Como era de esperar, antes de que se estrenara, uno de los patricionadores estadounidenses la vio y nos pidió que omitiéramos el aborto. Se pusieron en contacto conmigo cuando la película ya se había rodado, pero yo le dije con total sinceridad: ‘No puedo quitarlo porque si no hay aborto, no hay ningún motivo para que Baby aprenda a bailar ni para que se enamore de Johnny y la historia se desmoronaría”, detalló Bergestein.
Sumado a eso, la guionista cree que las personas no “reparan en ello (la trama del aborto). Algunas veces, alguien se daba cuenta y decía: ‘¿A qué viene esto? Estamos en 1987. El aborto está permitido, es una tontería’. A lo que yo respondía: ‘Sí, pero en el 63 no lo estaba, así que quien sabe’. A nadie le importaba lo suficiente como para discutir conmigo sobre el tema, pero la gente pensaba que había sido ridículo incluirlo”.
De esa forma es que una película que no parece ser más que una historia de amor retrataba la oscura realidad de los abortos ilegales, además de ser un recordatorio cinematográfico de la importancia de los derechos por los que llevan luchando las mujeres durante generaciones.
De hecho, dentro de la cinta hay otra referencia a este tema, específicamente cuando Baby llama a su padre que es médico al enterarse de las complicaciones que sufría Penny tras la operación, las cuales ocurrieron por las condiciones insalubres a las que fue sometida la bailarina.
"Uno de los motivos por los que incluí un vocabulario desagradable era que las mujeres jóvenes de la época pensaban que abortar era tan sencillo como acudir a un centro de planificación familiar o como someterse a una operación de apendicitis; no entendían exactamente lo que podía pasar porque se encontraban dentro de una burbuja de seguridad total", explicó la guionista.
Y aunque para algunos la representación del aborto en la pantalla grande puede parecer algo irrelevante, una trama como la de Penny no suele ser muy común, ya que en la mayoría de las películas se habla de un posible embarazo.
Por lo mismo, a Bergstein no le parece extraño que el resto de las cintas que hablan sobre esta realidad tras “Dirty Dancing” terminen con la protagonista teniendo el bebé.
“Así que en realidad lleva 30 años sin haber abortos legales en el cine. Y yo fui la primera en sorprenderme porque pensaba: ‘bueno, nosotros lo incluimos y abrimos la veda’”, remató la guionista sobre su historia.