Imagina una banda que te guste mucho. Ahora, imagina que esa banda se separa. Piensa que te empezó a gustar justo cuando se separaron, o incluso que rechazaste invitaciones para ir a verlos y no pescaste; así como para ponerle más dramatismo.
Ahora, imagina que el tiempo y el espacio fueron injustos con esa banda en su momento, factor que, quizás, influyó en su separación. O sea, esa banda que te gusta, además de no estar junta, la tuvo difícil y la idea de verlos reunidos es casi un sueño imposible.
Bien, si imaginaron todo eso, entonces están en la piel de los fans que anoche, jueves 19, llegaron al Teatro Huemul a ver el reencuentro de Vicky Cordero y Mico Rubilar, líderes espirituales de La Reina Morsa, banda que desde el 2009 hace ese pop de guitarras que revoluciona nuestra escena actual con su sonido y su frescura y que, por esas vueltas que solo se dan en el mundo de la música, no tiene el lugar que merece.
Pero hubo una pequeña revancha, precedida por la intensidad de Osorezan y la carta segura de Cristóbal Briceño solo con su guitarra. La Reina Morsa volvió solo por una noche a demostrar que los animales, las fiestas con amigos y los ritmos naif y emocionales no pasan de moda, aunque representan algo de nostalgia para una generación que comienza, bien tempranamente, a conectarse con ese sentimiento.
Lo bueno es que Vicky, Mico, Botón y Pablo tienen interesantes proyectos musicales por estos días y que el espíritu de La Reina Morsa sigue ahí, vivo, por si cada vez me vuelvo más inconsciente.