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El país donde nadie dice buenos días y celebran la tristeza

Entre los portugueses, estar triste es un estado de ánimo que se piensa necesario y positivo en la vida de las personas.

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Se dice que es fácil percibir la cultura melancólica de Portugal, la cual se ve impregnada en las expresiones de la gente e incluso en las estatuas de las plazas de su capital, Lisboa, cuenta RT.

Portugal es un país triste y ocupa el puesto 93 de la lista de 157 países  según el Informe Mundial de la Felicidad de Naciones Unidas.

La psicóloga portuguesa Mariana Miranda explica que "la tristeza es una parte importante de la vida", y señala que es necesario tener varios tipos de sentimiento.

"Quiero sentirlo todo de todas las formas posibles. ¿Por qué pintar con un solo color? Hay mucha belleza en la tristeza", añade.

 

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El significado de "saudade"

En portugués existe esta palabra que no tiene traducción a otros idiomas, por ello, se acepta en su escritura original. El término "saudade" (también muy utilizado en Brasil), expresa un sentimiento afectivo primario, cercano a la melancolía, incluso un poco doloroso, pero al mismo tiempo reconfortante. Puede tener su origen en hechos del pasado o en cosas que nunca sucedieron. Manuel de Melo, escritor portugués del siglo XVII, lo definió como "bem que se padece e mal de que se gosta" (bien que se padece y mal que se disfruta).

La sociedad portuguesa enfrenta la tristeza de manera singular, uno de sus principales estilos musicales, el fado (destino), está llena de esa peculiaridad. El género surgió hace dos siglos en los barrios populares de su capital, Lisboa, y sus primeras cantantes eran prostitutas y esposas de pescadores. La música está impregnada de una profunda melancolía que va acompañada tanto de letras tristes y también optimistas, generando una particular fusión.

Los aportes de la tristeza

El psicólogo australiano Joseph Forgas ha desarrollado investigaciones sobre cómo la tristeza influye en la personalidad. Desde su perspectiva "un estado de ánimo negativo nos hace más lúcidos a la hora de procesar la información".

El investigador desarrolló su pesquisa con grupos de voluntarios que fueron inducidos a distintos estados de ánimo con películas y recuerdos personales. Los resultados indicaron que quienes estaban tristes "fueron más escépticos y racionales, su memoria resultó ser más ágil, se mostraron más ligeros en la comunicación y estuvieron menos condicionados por prejuicios".

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