La emoción en cada una de sus acciones era un correlato de lo que muchos sentíamos mientras la veíamos brillar, literalmente, en el escenario del teatro Caupolicán. Javiera Mena celebraba 10 años de carrera en uno de los lugares más importantes de la música en vivo en el país a tablero vuelto y lo hizo como cada movimiento que hizo en esta década: desafiando, cambiando de pie, equilibrando, avanzando.
No salió coordinada con un beat salvaje que tuviera al teatro en llamas, en medio de un aparataje estrambótico. Rompió el cánon, acercándose cubierta con un abrigo brillante a su teclado a tocar "Está en Tus Manos", "Cámara Lenta" y "Esquemas Juveniles", canciones de su debut del mismo nombre que se caracterizan por ser bombas de sinceridad íntima que reflejaban su contexto de producción entre dormitorios, estudios portátiles y computadores con Fruity Loops.
Después, y como era lógico, la fiesta se apoderó de todos y Mena subió a su nave espacial. Karaoke total que combinaba sus tres discos de manera precisa, generando no solo momentos musicales muy interesantes, como el paso entre "La Joya" y "Cuando Hablamos", sino un recorrido de emociones, momentos, espacios y contextos que pegaban tanto en ella como en todos nosotros.
Cuando se sienta al piano otra vez a cantar "No Te Cuesta Nada" y antes de invitar a Gepe a cantar "Sol de Invierno", queda de manifiesto que la misma chica buscando su lugar entre sintetizadores y admiración por la luna, los planetas y el pop en todas sus formas y colores, sigue ahí a pesar de los viajes, el éxito, los fans y los cambios. La misma amiga que nos sacaba todo el rollo sin conocernos y en una canción, en la primera década de los 2000.
Es una amiga que nos acompaña y que nos presenta gente nueva. Las apariciones de Chini Ayarza de Chini & The Technicians y (Me Llamo) Sebastián en canciones clave de su repertorio, "Al Siguiente Nivel" y "El Amanecer", simboliza el camino que su carrera ha abierto para que otros artistas puedan desarrollarse y alcanzar los escenarios que ella ha colonizado tanto en Chile como el extranjero. Hay un legado, una trascendencia que, con solo 10 años de carrera, muestra frutos en el trabajo de estos artistas que, por cierto, darán que hablar tanto como ella.
Todo esto es Javiera Mena y lo del Caupolicán fue un compromiso para seguir creciendo juntxs. El mundo fuera de las paredes del teatro es cada vez más rudo. Un lugar donde sus canciones han ayudado a generar un lazo para armarse, crecer y aguantar. Durar una década en cualquier relación es difícil y, cuando se logra, una fiesta como la que vivimos, con una despedida multitudinaria a Juan Gabriel incluída, es lo que nos merecíamos. Gracias Mena.
Fotos por Carlos Basulto.