Revisa acá como estuvo el esperado show de Taylor Momsen.
Por Gerardo Valle
Infiltrado Mexicano
La primera vez que escuché a The Pretty Reckless fue sin referencias, un video en youtube que habían dejado en el muro de una amiga y sin demasiada atención. Un par de meses más tarde la canción no se me va de la cabeza y consigo el disco. Lo escucho sin parar un mes, sin ilusiones de verlos en vivo en algún momento.
Ahora estoy aquí, a la entrada del Teatro Oriente, sin pensarlo demasiado, un poco sorprendido de haber conocido una banda nueva y verla en tanto poco tiempo en un escenario.
Me sorprende el público, la cantidad y la euforia por entrar y conseguir un asiento. La mayoría son adolescentes, verdaderos adolescentes de colegio casi en paseo de curso. Pienso en un primer momento en el espectáculo de Buenos Aires. Taylor Momsen en portada de los diarios. El escándalo por sacarse la polera al final de concierto. Imagino la explosión de hormonas de ese momento. Todo el público que mira a Taylor Momsen, una cabra chica como ellos parada en el escenario que tiene el mundo, o eso que parece el mundo cuando uno es adolescente, en la mano. Las expectativas y las miradas se repiten aquí, pendientes de los cambios en la iluminación o el final de una canción que anuncie que van a salir al escenario. Hasta que se apagan las luces y todos saltan de sus asientos para hacerse de un lugar cerca del escenario.
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Recién van dos temas y el público ya está entregado. Corean las canciones, casi todos cantan de memoria cada tema. En las primeras filas casi todos están de pie sobre las butacas bailando. No dejo de pensar que es la euforia de la adolescencia en su perfecta expresión. Varias de las mujeres, niñas de colegio, de segundo o tercero medio, bailan en sostén agitando sus poleras en el aire. No dejo de pensar en el cliché de los conciertos pop, de esos de videos a blanco y negro, donde sólo se distinguen los gritos de histeria por las ganas de dejarse llevar. Los músicos tocan sin esconder la sorpresa por el fanatismo. Imagino ya antes habrán tenido un indicio en la tocata acústica en la Rock&Pop y todos los fans fuera esperando verlos aunque sea allá a lo lejos.
A estas alturas Taylor Momsen está con una polera de Marilyn Mason, con la portada del primer disco, Portrait of an American Family. De ella siempre me ha sorprendido las referencias musicales. Una voluntad por alejarse la imagen de cantante-pop-disney, citando como influencias a Nirvana, Led Zeppelin, Pink Floyd y Soundgarden, como la banda sonora de su infancia. Tocan un cover de Audioslave, "Like a Stone", seguido por "Seven Nation Army" de The White Stripes. Agradezco profundamente por toda esa colección de discos en su casa.
Durante el resto del concierto, atrapado entre toda la histeria adolescente al frente del escenario sólo escucho los gritos del público, ansiosos de quedarse en este momento, con esta luz perfectamente definida y detenidos en esta embriaguez de euforia y hormonas. Hasta que termina y uno no sabe exactamente porque habría de salir de ella. Se apagan las luces, Taylor Momsen se despide y muchas gracias.